Maldita nuestra suerte, otra
vez nos comimos una réplica. Si el alfajor La Aldea era una imitación
barata del Cachafaz, el Dulce Estampa es
una imitación mucho más fidedigna del Havanna. Su versión marplatense. No
es más que eso.
Lo vi, si no me equivoco, cuando caminaba por Río de
Janeiro, barrio de Almagro, en el escaparate de una heladería desierta. Y me
llamó la atención.
Pero ni bien lo abrí empecé a sospechar. Esta vez
tenía muchos más motivos porque con la última reseña había comprobado que los
casos de réplica entre los alfajores parecen ser posibles. La textura de la
cobertura (ustedes mismos pueden comprobarlo; aquí en el blog hay fotos del
Havanna) profundizó mi sospecha, el aroma que despedía me las confirmó.
Los alfajores se
parecen tanto que gran parte de las diferencias que podría mencionar son mera
especulación; podría estar equivocándome. Para comparar como se debe
debería haber tenido un Havanna al lado, pero ya saben: tarifazo. Y además hay
que cuidarse, che. Así que del Havanna sólo tuve presente el recuerdo.
Nombremos las diferencias irrefutables: el Dulce Estampa aporta 195 calorías y el Havanna, 208. Esto podría
deberse a dos cosas: a que el grosor de
la cobertura de chocolate sea menor en el Estampa, de lo cual estoy casi
seguro, o a que sea menor la cantidad de dulce de leche, cosa que no me parece
cierta, a priori. Porque tengamos en cuenta que el peso es el mismo: 55 gramos.
Todo lo otro que
pueda decir ya es más dudoso. Quizás
el dulce de leche sea menos sabroso en el alfajor marplatense. Pero sólo
quizás. Las cualidades generales son similares: su consistencia, bastante
rígida, su sabor profundamente dulzón, la forma de combinarse con el resto de
los componentes. También el gusto del chocolate parece ser el mismo, o uno muy
parecido, y su forma de quebrarse es tan buena en un alfajor como en el otro.
De la masa puedo decir poco: tal vez
en el Estampa sea apenitas más crocante. En todo caso, la sensación global del
alfajor, lo que lo define, me pareció similar. No sé si podría distinguirlos en un “blind test”, como dicen los
modernos.
De manera que el
Dulce Estampa está bueno, obvio, porque copia al Havanna. Pero a diferencia
del alfajor La Aldea, que por lo menos era apreciablemente más barato que el
Cachafaz, el Estampa sale lo mismo. Estas réplicas nos entristecen mucho. La identidad es un aspecto importantísimo
de un alfajor, lo que hace que compararlos tenga un sentido y que sintamos
cariño por unos y desprecio o indiferencia por otros. Lo que permite la
identificación, como sucede con los quilmeños y el Capitán del Espacio. La vacuidad del Dulce Estampa es tal,
que lo que los distingue es un bigotito y un sombrero “vintage”, de esos que se
pusieron de moda en Tumblr hace cinco años. De argentinos, de marplatenses,
nada. Y para colmo, las típicas estrellitas y el paquete dorado. ¡Ni la textura
de la cobertura se dignaron a cambiar! Tampoco se me ocurre qué posibilidades
de competirle tiene, tanto acá como en Mar del Plata, porque en ambas ciudades
hay Havanna. Este caso me desconcierta.
En resumen: antes de clavarte un Dulce Estampa, clavate un
Havanna, que si no es mejor, es igual, y por lo menos es la versión original.
Parafraseando a Charly: “Puedes ver
amanecer con un Estampa en un hotel y no tienes un poquito de amor para
dar”.
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