En una de las primeras reseñas de este blog comparábamos al
Jorgito, al Terrabusi y al Capitán del Espacio, pero en su versión doble. Concluíamos entonces que el Jorgito quedaba
muy por detrás, que la competencia se daba entre los otros dos, y fue por
eso que al comparar sus versiones triples elegí esta vez sólo al Terrabusi y al
Capitán del Espacio. Tal vez fue un error, porque del Jorgito glaseado al
Jorgelín hay un salto impresionante, son dos alfajores muy distintos. En estos dos casos, en cambio, no hay mucha
diferencia.
Me alegró ratificar el veredicto de aquella vez; quiere
decir que estoy logrando mantener el criterio. Poquitas cosas debería cambiarle
a aquel temprano análisis para que se ajustara a mis impresiones más recientes.
Pero antes, comparemos al Capitán y al Terrabusi en
lo que tienen de alfajores triples. Por empezar, digamos que el Capitán del
Espacio es casi un tercio más grande. Los mismos paquetes lo evidencian: el Capitán pesa 80 gramos (alrededor de 300
calorías) y el Terrabusi, 70 (270 calorías). Es una diferencia para tener
presente si tomamos en cuenta la capacidad de saciedad de la que hablábamos en
la reseña previa.
Al Capitán del Espacio lo favorece ampliamente el hecho de
ser triple: más lugar para la galletita
y para el dulce de leche, que son su gran virtud. Al Terrabusi, todo lo
contrario.
¿Qué nos dicen los respectivos aromas de los
alfajores en sí? El del Capitán, todas cosas buenas. Es un olor muy especial, mezcla entre chocolate y galletita de
vainilla. Me encantaría entrar a un bar que oliera a Capitán del Espacio. El del Terrabusi casi que es puro limón; es
un aroma afectado, exagerado, artificial. Ya recomendamos alguna vez a los
creadores de alfajores que no se pasen con el gustito a limón. Aquí están los
resultados. De todas formas no está tan mal: dentro de todo el Terrabusi ha alcanzado un sabor decente aun abusando
del limón.
Si hay un aspecto
en el que el Terrabusi arrasa, es en la cobertura. Es muy gruesa, amarga,
bastante rica. Por supuesto que en ambos casos se trata de baño de repostería,
pero en este caso está muy bien logrado, es uno de los mejores que probé. En cambio, en el Capitán del Espacio es más bien delgada y de las que hay que
lengüetear un rato para extraerles algo de sabor, que finalmente encastra
bastante bien en la esencia general, pero que per se es definitivamente malo. Esta clase de repostería, cuanto más fría
está, peor es; por eso el otro día, con diez grados, me clavé un Capitán del
Espacio y estaba tan feo. Ahora lo entiendo.
En lo demás, el Terrabusi falla. Su mayor problema está en la masa: demasiado crujiente, demasiado
sólida, demasiado presente. Se lleva toda la atención (that bitch) y opaca
a todo lo demás, contrariamente a lo que indican los manuales del buen alfajor.
Todo en el Terrabusi está como apretado, contenido; le falta aire y
esponjosidad (de hecho, fíjense que a pesar de ser triple es mucho más bajito
que el Capitán del Espacio). Y como
escatima bastante en dulce de leche, el resultado final es pobre: uno no
sabe si está comiendo un alfajor o algún híbrido extraño.
Su rival, en cambio, es un experto del equilibrio, un producto acabado y coherente. El Capitán
del Espacio gana porque la mezcla que
deviene en la boca, lo que en biología llamarían, con dudoso gusto, el bolo
alimenticio, es brillante. La fusión
entre dulce de leche y masa —acaso semejante, por momentos, a la de un buen
bizcochuelo— es especial, y en este caso es todavía mejor porque tiene más dulce de leche que el doble. Y detrás de todo, un gustito sublime,
muy característico, del que muchos alfajores se olvidan y al que otros simulan
con resultados lamentables (el Recoleta, por ejemplo). Es ese sabor que se eleva por encima de todos los componentes, que lo
envuelve todo, es el sabor del
alfajor, que en el Capitán del Espacio tiene un sello inequívoco. No se
entiende exactamente de dónde proviene, porque nada es especialmente destacable
de por sí. Es en la sumatoria de sus
partes, en la boca misma, que se produce el milagro del Capitán del Espacio.
Probablemente una de las claves se encuentre en este dulce de leche tan espeso. Es
pegajoso, denso, y por eso se mezcla de ese modo tan curioso con la galletita. Está
lejos de un gusto genérico: diría que es un gusto coherente con el de la
cobertura y la galletita. El meollo está ahí, en que todo avanza en una misma dirección. ¿Habrá un genio detrás de este
alfajor o habrá sido el maravilloso resultado del azar?
Sea como sea, una vez
más, y todavía con mayor contundencia, el
Capitán del Espacio vence al Terrabusi.
"la mezcla que deviene en la boca, lo que en biología llamarían, con dudoso gusto, el bolo alimenticio, es brillante"
ResponderEliminarSu prosa es digna de mención estimado colega. Brillante review.
Cómo me honra recibir semejante elogio de usted, Lord.
EliminarMe gustaría saber qué opinión le merece el Capitán del Espacio triple, si es que tuvo oportunidad de probarlo.
Abrazo.