Definir sin comparar es una tarea bastante complicada.
Podríamos ahondar y decir que es prácticamente imposible, pero ése es un tema
que no me concierne en tanto catador de alfajores amateur.
A lo que voy es a que siempre que trate de escribir una de éstas
“reseñas” lo haré teniendo presentes otros alfajores del mismo tenor. Presentes
físicamente, quiero decir, para comer un poco de cada uno y que la definición
sea lo más “imparcial” posible. En este caso, al Terrabusi simple glaseado lo
compararé con sus pares: el Capitán del Espacio y el Jorgito.
A priori, hay que decir que el Terrabusi es el más liviano
de los tres: unos modestos 38 gramos (que aportan 142 calorías), mientras que
el Capitán ostenta un peso aproximativo de 53 gramos (190 calorías) y el
Jorgito, de 50 (194 calorías). No sé en precio cuál será la diferencia, porque
lo compré en otro lugar. En este caso me salió un peso más barato que el
Jorgito y dos pesos más barato que el Capitán del Espacio.
Ahora saquémonos de encima, expeditivamente, lo que
concierne a la saciedad. Como podíamos suponer, el Terrabusi tampoco puede
pelearle al Jorgito en este punto. De hecho, de los tres, es el más pequeño,
como podrán apreciar en la foto.
Por lo demás, es el mejor. Si la mayor cualidad del Jorgito
era su generosidad, y la del Capitán del Espacio su particular y delicado
sabor, el Terrabusi se destaca por combinar ambas características y explotarlas
de la mejor manera.
La base del alfajor, su sustento, es el glaseado,
visiblemente distinto del glaseado de los otros dos alfajores, que no es mucho
más que una breve llovizna de azúcar impalpable. En este caso, se trata de una
verdadera cobertura, sólida, crocante, que hace resaltar todo (bueno, el dulce
de leche y la galletita) lo que lleva dentro. Aquí está la clave, mis amigos. El
placer sensorial que le confiere al alfajor es enorme; no se parte lentamente,
como masa, sino que se quiebra, como una galletita. Pero la parte dura tiene un
grosor mínimo, todo lo demás es blando. El efecto es excelente.
Y si bien ésa es la máxima virtud del Terrabusi, hay que
decir que también el dulce de leche es bueno. Tal vez, incluso, sea el mejor de
los tres. Es bastante parecido al de La Serenísima. Prolijo, ni empalagoso ni
extravagante.
La masa, por su parte, no hace más que acompañar. Su sabor
es bastante similar al de, por ejemplo, los anillos de las Variedad de
Terrabusi. Tiene un leve dejo salado. Eso sí: la consistencia también
sobresale; resulta mucho más esponjoso, aireado, que en los otros dos casos.
El Terrabusi es, en definitiva, el más equilibrado, el más
brillante, el más rico y el más sensorialmente placentero de los tres
alfajores. Es el que mejor combina los tres elementos. Lo digo sin mayores
dudas. Fue mi primera y mi última impresión.
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